miércoles, 6 de enero de 2010


NUEVA ETAPA

Publicado en la Revista ROMA nº 94,
de junio de 1986


En Suiza, Juan Pablo II declaró que el Concilio Vaticano II abrió, para toda la Iglesia, una nueva etapa del camino (L'Os. Rom., ed. sem. port., 24684, p. 12, col. 4). Ya al clausurar el mismo Concilio, Paulo VI alegrábase por el hecho de que el Concilio mostrara una “inmensa simpatía” por la promoción del hombre moderno (Al. 1121965, nº 8).

Dados esos precedentes, somos llevados a ver en las actitudes de Juan Pablo II, en los últimos viajes a África y a Suiza, ejemplificaciones de la “nueva etapa” abierta a la Iglesia por el segundo Concilio Vaticano.

En Papúa-Guinea, en la Misa papal, una joven de 18 años, estudiante de colegio católico, hizo la primera lectura. Cubríase sólo con un cinturón de hojas y llevaba todo el busto descubierto. Evidentemente, ese episodio formó parte de la programación de la visita papal, de acuerdo con la comitiva del visitante. L'Os. Rom., diario del Vaticano, comentó: “Vestidos típicos reducidos de este pueblo... para el cual la desnudez es expresión de vida simple de relación humana que no conoce ambigüedad” (Cfr. "Sí Sí No No", año X, 651984, p. 2, col. :).

¡Hubiera Dios consultado a esa comitiva papal cuando hizo vestidos de pieles para Adán y Eva, a fin de corregir la exigüidad de los taparrabos!

En Tailandia, Juan Pablo II fue a visitar el célebre templo budista de la Capital, donde, sin obtener ninguna correspondencia, hizo una reverencia al patriarca de la secta, nirvanamente sentado, teniendo detrás una estatua de Buda.

En Suiza, Juan Pablo II empeñóse en visitar todas las agremiaciones religiosas no católicas (Cfr. L’Os. Rom., ed. sem. port., 2461984). Tuvo cuidado de no herir la susceptibilidad de los no católicos, con una afirmación nítida de que solamente la Iglesia Católica es la verdadera iglesia, en la cual y por la cual se presta a Dios el culto legítimo y se obtiene la salvación eterna. O sea: colocóse bien dentro del Ecumenismo postconciliar, heredero de la opinión de Paulo VI, de que todas las religiones tienen un fondo común (Cfr. Jean Guitton, Diálogos con Pablo VI).

Si ésta es la nueva etapa abierta por el segundo Concilio del Vaticano, el católico no puede aceptarla, pues la Iglesia fue constituida para conservar íntegra la genuina doctrina tradicional apostólica y no para deturparla.

A los desnudos debemos vestirlos, como consecuencia del pecado original. Y seremos juzgados de acuerdo con el cumplimiento de este deber (Mt. 25, 33 y 43).

A los ignorantes – especialmente en materia religiosa – debemos enseñarles y no confirmarlos en el error en que están (2º Cat. de las Prov. Mer. del Brasil, 5ª parte, libr. 3, lecc. 4).

Es con gran pesar que registramos estos hechos. No hacerlo sería pecar por omisión, en el cumplimiento del deber que tiene todo fiel de velar para que, en la Iglesia, se mantenga íntegra y pura la Tradición Apostólica.