jueves, 24 de diciembre de 2009


CARTA AL PAPA PABLO VI
SOBRE LA NUEVA MISA


Beatísimo Padre:

Habiendo examinado atentamente el Novus Ordo Missæ que entrará en vigor el próximo día 30 de noviembre, después de mucho rezar y reflexionar juzgué mi deber, como sacerdote y como obispo, presentar a Su Santidad mi angustia de conciencia, y formular, con la piedad y confianza filiales que debo al Vicario de Jesucristo, una súplica.

El Novus Ordo Missæ, por las omisiones y cambios que introduce en el Ordinario de la Misa y por muchas de sus normas generales que indican el concepto y la naturaleza del nuevo Misal, en puntos esenciales no expresa como debería la Teología del Santo Sacrificio de la Eucaristía, establecida por el Sacrosanto Concilio de Trento en su sesión XXII.

Es éste un hecho que la simple catequesis no consigue contrapesar. Remito anexas las razones que, a mi modo de ver, justifican esta conclusión.

Los motivos de índole pastoral que, eventualmente, podrían ser alegados en favor de la nueva estructura de la Misa, en primer lugar, no pueden llegar al punto de dejar en el olvido los argumentos de índole dogmática que militan en sentido contrario; y en segundo lugar, no parecen procedentes.

Los cambios que han preparado el Novus Ordo Missæ no han contribuido a aumentar la Fe y la piedad de los fieles. Al contrario, nos han dejado temerosos, aprensión aumentada por el Novus Ordo, por cuanto éste abonó la idea de que no hay nada inmutable en la Santa Iglesia, ni siquiera el Santo Sacrificio de la Misa

Además, como señalo en las hojas adjuntas, el Novus Ordo no sólo no acentúa, sino que extingue la fe en las verdades centrales de la vida católica, como la Presencia Real de Jesús en la Santísima Eucaristía, la realidad del Sacrificio propiciatorio, o el sacerdocio jerárquico.

Cumplo así un imperioso deber de conciencia suplicando humilde y respetuosamente a Su Santidad que se digne, mediante un acto positivo que elimine cualquier duda, autorizarnos a continuar con la utilización del Ordo Missæ de San Pío V, cuya eficacia en la dilatación de la Santa Iglesia, y en el fervor de sacerdotes y fieles, recuerda Su Santidad con tanta unción.

Estoy seguro de que la Paternal Benevolencia de Su Santidad no dejará de disipar las perplejidades que angustian mi corazón de sacerdote y obispo.

Postrado a los pies de Su Santidad con humilde obediencia y filial piedad, imploro Vuestra Bendición Apostólica.


CONSIDERACIONES SOBRE
EL NOVUS ORDO MISSÆ


El nuevo Ordo Missæ consta de normas generales y del texto del Ordinario de la Misa. Unas y otro proponen una Nueva Misa que no responde suficientemente a las definiciones del Concilio de Trento al respecto, y por eso mismo constituye un grave peligro para la integridad y pureza de la Fe católica.

Aquí examinamos apenas algunos puntos que, nos parece, demuestran lo que afirmarnos.


1. Noción de Misa

En el nº 7, el Novus Ordo da la siguiente definición de Misa: “La Cena del Señor o Misa es la sagrada asamblea o reunión del pueblo de Dios, bajo la presidencia del sacerdote, para celebrar el memorial del Señor Por ello, para esta reunión de la santa iglesia local vale de modo eminente la promesa de Cristo: «Allí donde dos o tres estuvieren reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt. 18, 20)”.

En esta definición:

a) Se insiste en la Misa como cena. Este concepto de la Misa se repite con frecuencia todo a lo largo de las normas generales (cfr. v. gr., nnº 8, 48, 55d, 56, etc.).

Parece incluso que la intención del nuevo Ordo Missæ es inculcar este aspecto de la Misa, lo cual se hace en detrimento del otro esencial, esto es, que la Misa es un sacrificio.

b) De hecho, en la cuasi-definición de Misa del nº 7 no se declara el carácter de sacrificio de la Misa,

c) Del mismo modo que no se subraya el carácter sacramental del sacerdote, que lo distingue de los fieles.

d) Además, nada se dice del valor intrínseco de la Misa independientemente de la presencia de la asamblea. Más bien da a entender que no hay Misa sin congregatio populi [reunión del pueblo], pues es la congregatio la que define la Misa.

e) Finalmente, el texto deja abierta una confusión entre la Presencia Real y la presencia espiritual, por cuanto aplica a la Misa el texto de San Mateo, en el cual sólo se trata de la presencia espiritual.

El equívoco entre la Presencia Real y la presencia espiritual, señalado en el nº 7, se ve confirmado por lo que dice el nº 8, que divide la Misa en “Misa de la Palabra” y “Misa del Cuerpo del Señor”, e igualmente oculta el carácter de sacrificio que es principal en la Misa, puesto que la Cena no pasa de ser una consecuencia, como puede deducirse del canon 3 de la XXII sesión del Concilio de Trento.

Entendemos que los dos textos del Vaticano II citados en nota no justifican la noción de Misa propuesta en el texto.

Entendemos también que algunas expresiones, más o menos incidentales, en las cuales tienen lugar afirmaciones como ésta de que en el altar “se hace presente el sacrificio de la cruz en los signos sacramentales” (nº 259) no son suficientes para disipar un concepto equívoco inculcado al describirse la Misa (nº 7) y en muchos otros lugares de las normas generales.


2. Finalidad de la Misa

La Misa es un sacrificio de alabanza a la Santísima Trinidad.

Tal finalidad no aparece, de modo explícito, en el nuevo Ordo. Al contrario, todo lo que en la Misa de San Pío V destacaba este fin del Sacrificio, ha sido suprimido del nuevo Ordo.

Así, las oraciones Suscipe, Sancta Trinitas del Ofertorio, o la oración final Placeat tibi, Sancta Trinitas; igualmente, el Prefacio de la Santísima Trinidad dejó de ser el Prefacio del domingo, día del Señor.

Además de Sacrificium laudis SS. Trinitatis, la Misa es un Sacrificio propiciatorio. Sobre ese carácter, contra los errores de los protestantes, insiste mucho el Tridentino (cap. 1 y can. 3).

Tal finalidad no aparece explícita en el nuevo Ordo. Aquí y allá aparece una u otra expresión que podría entenderse que envuelve ese concepto. Jamás aparece sin sombra de duda. Y está ausente cuando las normas declaran la finalidad de la Misa (nº 54).

De hecho, no es suficiente, para atender a la Teología de la Misa establecida por el Tridentino, afirmar que ésta colma la “santificación”. No está claro que este concepto envuelva necesariamente el otro, de propiciación.

Además, la intención propiciatoria, bien indicada en la Misa de San Pío V, desaparece de la Nueva Misa. Las oraciones del Ofertorio Suscipe, Sancte Pater u Offerimus, Tibi..., y la de bendición del agua Deus qui humanæ substantiæ... reformasti fueron sustituidas por otras que nada hablan de propiciación. Inculcan más el sentido de banquete espiritual: panis vitæ [pan de vida] y potus spiritualis [bebida espiritual].


3. Esencia del Sacrificio

La esencia del Sacrificio de la Misa está en la repetición de lo que hizo Jesús en la Última Cena, y no en la mera narración, aunque esté acompañada de gestos.

Los moralistas advierten que no basta con relatar históricamente lo que hizo Jesús. Es necesario pronunciar las palabras de la consagración con intención de repetir lo que Jesús realizó, pues el sacerdote, al celebrar, representa a Jesucristo, obra in persona Christi.

En el nuevo Ordo no se tiene en cuenta tal precisión, que sin embargo es esencial. Por el contrario, en el pasaje en que se subraya la parte narrativa, nada se dice de la parte propiamente sacrificial.

Así, al exponer las Preces Eucarísticas, habla de narratio institutionis [narración de la institución] (nº 54d), de manera que las expresiones Ecclesia memoriam ipsius Christi agit [la Iglesia hace memoria del mismo Cristo] y la otra del final de la consagración Hoc facite in meam commemorationem [haced esto en conmemoración mía] tienen el sentido indicado por la explicación dada anteriormente en las normas generales (nº 54d).

Entendemos que la frase final de la consagración, Haec quotiescumque feceritis, in mei memoriam facietis [siempre que hiciereis esto, hacedlo en memoria mía] era mucho más expresiva para decir que, en la Misa, se repetía la acción de Jesucristo.

Añadamos que la introducción, entre las palabras esenciales de la consagración y las expresiones Accipite et manducate ex hoc omnes [tomad y comed todos de él] y Accipite et bibite ex eo omnes [tomad y bebed todos de él], lleva la parte narrativa hasta el interior del mismo acto sacrificial.

En la Misa de San Pío V el texto y los gestos orientaban naturalmente al sacerdote hacia una acción sacrificial propiciatoria, casi le imponían la intención al sacerdote que celebraba. Y así, la lex supplicandi [ley de la oración] se conformaba perfectamente a la lex credendi [ley de la fe].

No se puede decir lo mismo del nuevo Ordo Missæ cuando, dada la importancia del acto, más en los tiempos modernos excesivamente trepidantes, y dadas además las condiciones psicológicas de las nuevas generaciones, el Ordo Missæ debería facilitar al celebrante el tener presente la intención necesaria para realizar válida y dignamente el acto del Santo Sacrificio.


4. Presencia Real

El Sacrificio de la Misa está íntimamente ligado a la Presencia Real de Jesucristo en la Santísima Eucaristía. Ésta es consecuencia de aquél.

En la transustanciación se opera el cambio de sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Salvador, y se realiza el sacrificio.

Como consecuencia, permanece en el altar la víctima perenne. La Santísima Eucaristía no es más que la Hostia del Sacrificio, que permanece una vez pasado el acto sacrificial.

El nuevo Ordo, desde la definición de la Misa (nº 7), alimenta una ambigüedad sobre la Presencia Real, más o menos confundida con la presencia meramente espiritual en la oración de dos o tres congregados en nombre de Jesús.

Después de la supresión de casi todas las genuflexiones – forma tradicional de adorar entre los latinos –, la acción de gracias en posición de sentado, la posibilidad de celebración sin la piedra del ara en una simple mesa, la equiparación del manjar eucarístico con el manjar espiritual... todo contribuye a oscurecer la fe en la Presencia Real.

La última consideración sobre la equiparación entre el manjar eucarístico y el manjar espiritual deja en el aire la idea de que la Presencia de Jesús en la Santísima Eucaristía consiste en el uso, como acontece con la Palabra de Dios. Y de ahí a resbalar hacia el error de los luteranos no es tan difícil, especialmente en una sociedad poco dada a la reflexión de orden trascendente.

La misma conclusión se ve favorecida por la función del altar: es sólo una mesa, donde no hay, normalmente, lugar para el Sagrario, en el cual habitualmente se conserva la Víctima del Sacrificio.

También la disciplina que conduce a los fieles a comulgar de la misma Hostia que el celebrante, de por sí da lugar a la idea de que, finalizado el sacrificio, ya no hay lugar a la Sagrada Reserva.

De este modo, toda la disposición del nuevo Ordo Missæ no sólo no favorece la fe en la Presencia Real, sino que la disminuye.


5. Sacerdocio jerárquico

Define el Concilio de Trento que Jesús instituyó a sus Apóstoles sacerdotes para que ellos y otros sacerdotes, sus sucesores, ofreciesen su Cuerpo y Sangre (can. 2, sesión XXII), de manera que la realización del Sacrificio de la Misa es un acto que exige la ordenación sacerdotal.

Por otro lado, el mismo Concilio de Trento condena la tesis protestante que convierte a todos los cristianos en sacerdotes del Nuevo Testamento.

Se ve pues que, según la fe, sólo el sacerdote jerárquico es capaz de realizar el Sacrificio de la Nueva Ley.

Esta verdad está diluida en el nuevo Ordo Missæ.

En este Ordo la Misa es más del pueblo que del sacerdote.

Si es también del sacerdote, es porque éste forma parte de la multitud.

No aparece como mediador ex hominibus [tomado de entre los hombres para aquellas cosas que se refieren a Dios], inferior a Jesucristo y superior a los fieles, como dice San Roberto Belarmino. Él no es el juez que absuelve, es simplemente el hermano que preside.


6. Conclusión

Otras observaciones podríamos hacer que confirmarían lo que arriba hemos dicho.

Juzgamos, sin embargo, que las cuestiones apuntadas son suficientes para mostrar que el nuevo Ordo Missæ no se ajusta a la Teología de la Misa, establecida de modo definitivo por el Concilio de Trento, y por ello constituye un grave peligro para la pureza de la Fe.